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Entre el ser y el medio: notas para una ontología de la existencia mediada

  • 12 nov
  • 4 Min. de lectura

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Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo

Human & Nonhuman Communication Lab, Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México


El límite invisible entre la vida y los medio

¿Donde comienzan los medios y donde termina la vida?, ¿cómo interpretar la existencia cuando está permanente y globalmente mediada y conectada a organismos de información? Estamos ante una nueva ontología del sujeto como Interfase de mediación, el posthumanismo nos obliga a repensar la elasticidad de la condición humana, las fronteras entre el hombre y la máquina, entre la vida y el medio. Acción y significación. Vida y medios interconectados transformándose mutua y permanentemente.


La pregunta “¿dónde comienzan los medios y dónde termina la vida?” hoy parece carecer de sentido, porque ambas dimensiones se han disuelto en una sola sustancia híbrida. Lo humano y lo técnico se reconfiguran en una misma urdimbre semiótica que respira, pulsa y siente. Hemos dejado de comunicarnos a través de los medios para vivir dentro de ellos.


Vilém Flusser señalaba, “las apariencias técnicas no son representaciones del mundo, sino mundos en sí mismas”. En esa lógica, las pantallas no son ventanas sino hábitats; la interfaz no es el umbral, sino la piel que nos reviste y nos traduce. Vivir es ya mediar: fluir en la corriente eléctrica del lenguaje, en el plasma de datos que nos sostiene.


El sujeto contemporáneo es una interfaz en sí mismo. No un observador del mundo, sino un nodo dentro de la red de mediaciones que constituye lo real. Cada gesto, cada palabra, cada emoción se traduce a código; y en ese proceso, la condición humana se reescribe, se amplifica, se descentra.


La ecología antropotecnológica

Vivimos en lo que podríamos llamar una ecología antropotecnológica, donde la biología y la información coevolucionan. Ya no hay una naturaleza “fuera” del artificio, ni una técnica “fuera” de lo orgánico. Como bien anticipó Bernard Stiegler, “la técnica no es un accidente de la humanidad, sino su condición constitutiva”.


Los medios cada vez se vuelven más "humanos", están en nuestro ADN, son parte de nuestra inteligencia. Una nueva síntesis se está generando fruto de esta vida EN los medios y no CON los medios.


Nuestros medios son ya parte de nuestra carne: extensiones de la memoria, del tacto, de la atención. La inteligencia artificial, los algoritmos y los sistemas de recomendación no sólo predicen nuestros actos: los diseñan, los cultivan, los incorporan en la arquitectura invisible del deseo.

El cuerpo mismo se ha vuelto interfaz de traducción simbólica. Vivimos en la superficie —pantallas, redes, prótesis cognitivas— donde se produce la existencia. Y, sin embargo, esa misma superficie se ha vuelto profundidad. Somos, en palabras de McLuhan, “órganos del sistema nervioso electrónico del planeta”.


En la era del software nos hemos vuelto hardware. Repositorio y medio; diseño y manufactura.


Vida en modo streaming

Lo digital es un estado de la materia que oscila entre lo gaseoso y lo simbólico. Los datos fluyen como corrientes invisibles de sentido. En el “modo streaming” de la hipermodernidad, la vida se retransmite en directo, estetizada, compartida, performada.


La humanidad se ha convertido en una especie que se documenta para existir. El ser se afirma en el acto de mostrarse: “comparto, luego existo”.

Esta nueva forma de ontología líquida redefine la idea de presencia: el aquí y ahora se fragmenta en millones de micro-presencias distribuidas, algoritmizadas, replicadas. Vivimos entre ecos.


Homo signis digitalis

El ser contemporáneo ya no es sólo homo faber, el que transforma la materia, sino Homo signis digitalis, el que transforma el sentido. En esta mutación ontológica, cada uno de nosotros es diseñador y manufactura de sí mismo. La vida se concibe como una narrativa editable: un código mutable donde el yo se compila y recompila infinitas veces.


El poshumanismo no elimina al humano, lo expande: lo hace plural, inacabado, reprogramable. En la frontera entre el algoritmo y el alma, el cuerpo y el bit, emerge una nueva forma de espiritualidad digital —una que no busca trascender lo técnico, sino habitarlo con dignidad.


La frontera entre medios y vida se ha disuelto porque ser humano hoy significa estar mediado. Pero esta mediación no debe entenderse como alienación, sino como posibilidad de resonancia. Los medios no son únicamente dispositivos de control, sino espacios de comunión, lugares donde la vida puede volver a encontrar sentido, siempre que recordemos que el signo no sustituye al ser, sino que lo prolonga.


Y entonces, la pregunta cambia: si todo es mediación, ¿qué tipo de humanidad queremos codificar en nuestros signos?


La vida sin los medios se ha vuelto impensable; son parte del horizonte, de las formas para comprometernos con la vida. Se han vuelto un elemento fundamental en nuestra existencia. Su condición artificiosa se ha vuelto tan natural que ya no existen fronteras en los modos como los incorporamos en nuestra vida. Por tanto, ¿qué significa ser en una era donde los medios son parte vital de la vida y la cultura? ¿Hasta dónde ésta hibridación/integración seguirá modificando nuestra condición humana para convertirnos en sofisticadas máquinas de significación? Entre el Homo Ciberfaber y el Homo Signis Digitalis pendulea ahora la existencia.

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