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Comunicar para construir: hacia una ética del capital simbólico en las organizaciones

  • hace 1 día
  • 6 Min. de lectura
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Reflexiones a partir del capítulo de Rogelio del Prado Flores y Rebeca Arévalo


I. Más allá de la eficacia: otra mirada a la comunicación organizacional

Durante décadas, la comunicación organizacional fue pensada como una estrategia: un conjunto de herramientas para gestionar flujos de información, resolver conflictos, mejorar el clima laboral o posicionar marcas. Se hablaba de canales, públicos, mensajes y retroalimentación. Se planificaban campañas, se medían impactos, se diseñaban discursos. Pero algo quedó fuera de foco: el sentido.


El capítulo “De la comunicación organizacional a la construcción de capitales: génesis, propósito, ética y trascendencia”, escrito por el Dr. Rogelio del Prado Flores y la Dra. Rebeca Arévalo, irrumpe en ese panorama con una propuesta radical: pensar la comunicación no solo como instrumento, sino como fundamento ético, simbólico y trascendente del quehacer organizacional. Lejos de centrarse en la operatividad, los autores invitan a repensar la finalidad última de comunicar en contextos institucionales: construir capitales.


Pero, ¿qué significa esto? ¿Qué tipo de capitales? ¿Y desde qué ética se fundamentan? Lo que se ofrece no es una receta, sino una brújula: una orientación filosófica y crítica para quienes entienden que comunicar es, ante todo, construir humanidad compartida.


II. Comunicación como génesis: el origen relacional del sentido

El punto de partida del capítulo es ontológico. Los autores no se limitan a definir la comunicación como una técnica o un proceso lineal. La entienden como condición de posibilidad de la existencia relacional. En palabras sencillas: comunicar es el acto primordial que da origen al vínculo, al sentido, a la comunidad.


En el seno de toda organización —sea empresa, escuela, gobierno, ONG— existe una matriz comunicacional que no es neutra: configura jerarquías, narrativas, subjetividades, aspiraciones. Por tanto, preguntarse cómo se comunica es preguntarse quiénes somos como colectivo y hacia dónde nos dirigimos.


La comunicación, en este enfoque, deja de ser una operación para convertirse en una fuerza formativa. Forma cultura, forma identidad, forma horizonte. Y como tal, puede ser también deformadora cuando se ejerce sin ética o sin conciencia.


III. El propósito: comunicar para construir capitales

Aquí emerge una de las grandes aportaciones del texto: la noción de capitales organizacionales. Más allá del capital económico o financiero, los autores reconocen —e invitan a reconocer— otros tipos de capital que se construyen (o destruyen) a través de la comunicación. Entre ellos destacan:

  • Capital simbólico: la reputación, la credibilidad, la coherencia narrativa.

  • Capital humano: el talento, la formación, el compromiso.

  • Capital relacional: los vínculos con públicos internos y externos.

  • Capital ético: la integridad, la transparencia, la justicia.

  • Capital trascendente: el legado, el sentido compartido, la huella cultural.


Cada interacción comunicativa es, por tanto, una oportunidad de construcción de capital, o bien una ocasión para erosionarlo. Un mal correo interno puede debilitar la confianza. Una campaña sin coherencia puede dañar la imagen institucional. Un silencio ante una crisis puede minar la legitimidad.


Por el contrario, una narrativa ética, consistente y empática puede fortalecer todos los planos del capital organizacional. La comunicación deja de ser “costo” y se convierte en inversión simbólica de largo plazo.


IV. La ética comunicacional: más allá de la transparencia

Uno de los aportes más valientes del capítulo es su enfoque ético. Mientras muchos manuales se conforman con hablar de transparencia o responsabilidad social como “valores añadidos”, los autores colocan la ética al centro del quehacer comunicativo.


Inspirados en pensadores como Levinas, Ricoeur y Habermas, proponen una ética de la alteridad, del reconocimiento y del cuidado. Comunicar no es simplemente transmitir información verdadera, sino acoger al otro en su vulnerabilidad, abrir espacios de escucha, habilitar la diferencia.


En este sentido, toda práctica comunicativa tiene una dimensión moral, aunque a veces se niegue o se oculte. El silencio cómplice, la manipulación emocional, el simulacro corporativo, la opacidad institucional son formas de violencia simbólica que erosionan el capital ético de una organización.

Por eso, el llamado no es solo a comunicar mejor, sino a comunicar con conciencia, con responsabilidad, con humanidad. La ética no es un adorno: es la raíz de una comunicación que quiere ser justa.


V. Trascendencia organizacional: la comunicación como legado

¿Puede una organización dejar huella? ¿Puede su modo de comunicar sobrevivirle, trascenderla, inspirar más allá de su estructura operativa? Para los autores, la respuesta es sí. Y esa trascendencia se construye comunicativamente.


Una institución que comunica con verdad, que reconoce al otro, que articula narrativas de sentido, que forma comunidad simbólica, está dejando un legado. No solo porque sus documentos o campañas perduren, sino porque ha contribuido a formar subjetividades, a transformar realidades, a tejer vínculos con vocación de futuro.


La comunicación, entonces, no solo construye presente: siembra futuro. Y ese futuro es inseparable del tipo de capital que decidimos priorizar. Si solo acumulamos likes, ventas o métricas, quedará poco. Si construimos confianza, afecto, compromiso, inspiración… el capital será inmensurable.


VI. Aplicaciones prácticas: del diagnóstico al diseño comunicacional

Aunque el capítulo tiene una fuerte densidad filosófica, no descuida las implicaciones prácticas. Los autores proponen una metodología para repensar el diseño comunicacional en clave de capitales, que incluye:

  1. Diagnóstico profundo: no solo medir indicadores, sino comprender los imaginarios y narrativas que circulan dentro y fuera de la organización.

  2. Identificación de capitales vulnerables o en construcción: reconocer qué tipo de capital se está perdiendo, fortaleciendo o descuidando.

  3. Diseño ético de estrategias comunicacionales: incorporar la dimensión del cuidado, la coherencia y la inclusión.

  4. Evaluación no solo de resultados, sino de impactos simbólicos: qué quedó en la memoria, en la cultura, en los vínculos.

  5. Revisión permanente de los fines organizacionales: ¿para qué comunicamos?, ¿a qué mundo contribuimos?

Este enfoque permite reorientar las estrategias más allá del marketing o el branding, y convertirlas en acciones simbólicas transformadoras.


VII. Comunicación interna: la primera frontera del capital

El capítulo subraya la importancia de la comunicación interna como eje articulador de los capitales. Muchas veces se invierte en comunicación externa —publicidad, redes, relaciones públicas—, mientras se descuida el ecosistema simbólico interno: los valores vividos, las relaciones laborales, los climas emocionales.


Sin capital humano no hay capital simbólico. Sin confianza interna no hay credibilidad externa. Por eso, las estrategias comunicativas deben empezar “por casa”: habilitar espacios de diálogo, reconocer trayectorias, escuchar inquietudes, acompañar procesos de cambio, cuidar el lenguaje cotidiano.


Una organización que cuida su narrativa interna está cuidando su capital más valioso: su gente.


VIII. Voces y silencios: quién comunica, quién es escuchado

Los autores también advierten sobre las asimetrías de voz dentro de las organizaciones. ¿Quiénes tienen derecho a narrar la institución? ¿Qué voces son autorizadas y cuáles silenciadas? ¿Cómo se construye el relato organizacional, y desde dónde?


El capital simbólico se construye también a partir de la distribución del derecho a comunicar. Cuando solo la alta dirección habla, cuando se censura la disidencia, cuando se impone un relato único, se empobrece el capital relacional y ético.


Por eso, proponen pensar la comunicación organizacional como una práctica participativa, dialógica, democratizadora. Escuchar no es una estrategia: es una ética. Comunicar no es imponer: es co-construir sentidos.


IX. Narrativas, rituales y símbolos: la gramática del capital

Una de las secciones más sugestivas del capítulo se detiene en los elementos simbólicos que conforman la cultura organizacional: historias fundacionales, ritos, ceremonias, íconos, metáforas, slogans, imágenes. Todos estos elementos forman parte de una “gramática del capital simbólico”.


Cuando estas narrativas son auténticas, vividas y coherentes, fortalecen la identidad institucional. Pero cuando son impostadas, contradictorias o vacías, generan cinismo, desafección, fuga de talento.


Por eso, los autores proponen una curaduría narrativa ética: cuidar lo que se dice, lo que se repite, lo que se celebra, lo que se oculta. Cada símbolo comunica. Cada rito educa. Cada silencio revela.


X. Conclusión: comunicar para trascender

En un contexto donde la comunicación suele ser instrumentalizada, mercantilizada o banalizada, este capítulo propone un giro radical: recuperar el sentido originario, ético y trascendente de comunicar en el ámbito organizacional.


No se trata solo de planificar campañas ni de gestionar crisis. Se trata de tejer sentido, de cultivar vínculos, de construir comunidad simbólica. De entender que el capital más valioso no siempre se mide en dinero, sino en confianza, en afecto, en legado.


Desde el Human & Nonhuman Communication Lab celebramos este tipo de aportes que nos recuerdan que comunicar no es un acto neutro, sino una forma de habitar el mundo con responsabilidad, con sensibilidad y con visión de futuro.


📘 Te invitamos a leer el capítulo completo:

“De la comunicación organizacional a la construcción de capitales: génesis, propósito, ética y trascendencia”Autores: Dr. Rogelio del Prado Flores y Dra. Rebeca-Illiana Arévalo Martínez.📎 Consulta el libro en bibliotecas universitarias o accede a fragmentos a través de plataformas académicas.

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