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Comunicar la justicia: hacia una ética comunicativa más allá del pragmatismo y la deconstrucción

  • 9 sept
  • 6 Min. de lectura
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Una lectura crítica y necesaria al libro del Dr. Rogelio del Prado Flores


I. Introducción: cuando la justicia se comunica… o se traiciona

Hablar de justicia en tiempos de fragmentación, posverdad e infoxicación no es un lujo filosófico: es una urgencia política, epistémica y ética. Y hablar de comunicación sin preguntarnos por su relación con lo justo es, en el mejor de los casos, una omisión; en el peor, una forma de complicidad. En este escenario, el libro del Dr. Rogelio del Prado Flores, titulado “Políticas para la justicia y la comunicación. Más allá del pragmatismo y la deconstrucción”, se alza como una apuesta profunda, incómoda y luminosa por repensar el lugar que ocupa el decir, el narrar y el comunicar en la constitución (o negación) de la justicia.


No se trata aquí de una crítica superficial al pragmatismo o a la deconstrucción como marcos teóricos, sino de una interrogación radical sobre sus límites a la hora de garantizar un horizonte normativo, ético y político que oriente las prácticas comunicativas en contextos de desigualdad estructural, violencia sistémica y exclusión simbólica.

Este libro no se limita a teorizar sobre la justicia: la quiere encarnar en la palabra. La quiere restituir como horizonte, no como nostalgia. Y desde ahí, propone una política de la comunicación que no renuncie a la verdad, al cuidado, a la responsabilidad ni al Otro.


II. Las trampas del pragmatismo: cuando todo vale mientras funcione

Uno de los primeros capítulos del texto desmantela con lucidez las promesas (y las trampas) del pragmatismo comunicativo. En el marco de las sociedades contemporáneas, el pragmatismo —entendido como la preeminencia de lo útil, lo eficaz, lo operativo— se ha vuelto el credo dominante en la gestión de los discursos, las estrategias y las prácticas comunicativas. Lo importante no es lo verdadero, lo justo o lo ético, sino lo que “funciona”.


Esta lógica, denuncia Del Prado, transforma la comunicación en una mera herramienta de manipulación estratégica, vacía de contenido moral. El publicista, el político o el influencer no preguntan si lo que dicen es justo, sino si logra engagement. La verdad se relativiza, la coherencia se sacrifica, la alteridad se instrumentaliza.

El pragmatismo comunicativo, en su versión neoliberal, se alía fácilmente con las lógicas de mercado, de espectáculo y de consumo. La justicia se vuelve un hashtag; la denuncia, una tendencia; la esperanza, un slogan.


III. La tentación de la deconstrucción: cuando todo se relativiza y nada se compromete

El segundo gran blanco crítico del autor es la tradición deconstructiva, particularmente aquella que, inspirada en Derrida y Foucault, ha radicalizado la sospecha frente a toda forma de verdad, subjetividad o universalidad.


Del Prado reconoce los aportes de esta corriente: su capacidad para desmontar dispositivos de poder, para mostrar las fisuras del lenguaje, para denunciar las violencias simbólicas. Sin embargo, advierte que, llevada al extremo, esta perspectiva puede derivar en un relativismo paralizante, en una ética sin sujeto, en una crítica sin responsabilidad.

La deconstrucción, en su versión más extrema, puede conducir a una celebración del caos, del fragmento, del simulacro. Y en ese contexto, la justicia pierde su posibilidad de ser defendida, reivindicada o exigida. Si todo es interpretación, si toda verdad es sospechosa, si toda identidad es fluida, ¿qué queda como fundamento ético-político para decir “esto es injusto”?


El autor no llama a desechar la deconstrucción, sino a superarla: a integrar su mirada crítica en una propuesta que no renuncie al horizonte de lo justo.


IV. Más allá de los extremos: hacia una comunicación situada, responsable y comprometida

A partir de este doble diagnóstico —la banalización del pragmatismo y la parálisis de la deconstrucción—, Del Prado propone una salida epistemológica, ética y política: una concepción de la comunicación como práctica situada, dialógica y responsable, que reconozca su poder performativo sin renunciar a su vocación por la justicia.


Esto implica:

  • Recuperar una noción de verdad narrativa, entendida no como correspondencia lógica, sino como coherencia existencial.

  • Reconocer al Otro como interlocutor legítimo, no como target o amenaza.

  • Asumir la responsabilidad ética del hablante, incluso en contextos de ambigüedad o complejidad.

  • Resistir las lógicas de la velocidad, la espectacularización y la instrumentalización del decir.

En este modelo, la justicia ya no es un principio abstracto, sino una práctica comunicativa concreta, situada, encarnada en la forma en que escuchamos, respondemos, narramos, interpelamos.


V. La justicia como horizonte relacional

Uno de los núcleos filosóficos más potentes del libro es la redefinición de la justicia como horizonte relacional, más que como norma formal. Siguiendo a autores como Paul Ricoeur, Emmanuel Lévinas y Enrique Dussel, el autor argumenta que la justicia no puede derivarse únicamente de principios racionales o procedimientos jurídicos. La justicia nace del rostro del otro, de su vulnerabilidad, de su llamada.

Desde esta perspectiva, comunicar no es solo emitir mensajes, sino responder al clamor del otro, habilitar su voz, reparar su exclusión. La justicia se vuelve entonces una forma de escucha radical, de hospitalidad narrativa, de construcción de comunidad simbólica.

La comunicación justa es aquella que acoge, que reconoce, que devuelve al otro su dignidad, incluso cuando incomoda, cuando interrumpe, cuando disiente.


VI. Justicia epistémica: quién puede hablar, qué se puede decir

El libro introduce también el concepto de justicia epistémica, que se refiere al derecho a ser escuchado, creído y reconocido como sujeto de conocimiento. En contextos de racismo estructural, colonialismo simbólico o desigualdad educativa, muchas voces han sido sistemáticamente desautorizadas o silenciadas.

Del Prado propone que una comunicación orientada a la justicia debe:

  • Visibilizar los saberes subalternos;

  • Desnaturalizar los marcos hegemónicos de interpretación;

  • Denunciar la distribución desigual de la credibilidad y la autoridad;

  • Fomentar espacios de enunciación para grupos históricamente excluidos.

La justicia epistémica no es solo una tarea académica, sino una práctica comunicacional cotidiana: ¿a quién citamos?, ¿a quién interrumpimos?, ¿a quién escuchamos?


VII. Políticas del decir: la palabra como acto político

El autor insiste en que todo acto comunicativo es también un acto político. Decir es hacer. Nombrar es instituir. Narrar es ordenar el mundo. Por eso, la neutralidad comunicativa es una ficción peligrosa.

El comunicador, el docente, el periodista, el funcionario no son meros canales: son agentes de sentido, responsables de los efectos de sus palabras.

Frente a ello, el libro propone una política del decir basada en:

  • La coherencia entre palabra y acción;

  • El cuidado de los vínculos que genera el lenguaje;

  • La responsabilidad frente a los efectos de la comunicación;

  • El compromiso ético con los excluidos del discurso.


VIII. Contra la espectacularización del sufrimiento

En uno de los pasajes más conmovedores, Del Prado cuestiona la lógica mediática que convierte el dolor en espectáculo. La justicia, nos recuerda, no puede construirse sobre la base del morbo, la insensibilización o el rating.

Una comunicación justa no busca instrumentalizar el sufrimiento del otro para ganar clics o votos, sino restituirle su humanidad.

Esto exige una ética narrativa que cuide la dignidad de las víctimas, que evite la pornografía de la violencia, que reconozca los límites del lenguaje frente al horror y que propicie la memoria, la reparación y la justicia.


IX. Una ética del testimonio, no del juicio

Finalmente, el libro apuesta por una ética del testimonio, más que por una lógica del juicio. Testimoniar es dar cuenta del otro, habilitar su palabra, acompañar su dolor, denunciar su exclusión. No desde el púlpito de la superioridad moral, sino desde la cercanía compasiva, desde la comunidad de destino.

Del Prado invita a los comunicadores, a los docentes, a los periodistas y a los ciudadanos a convertirse en testigos, no en jueces. A narrar desde el compromiso, no desde la condescendencia. A comunicar para reparar, no para exhibir.


X. Conclusión: comunicar para la justicia, una tarea pendiente

En tiempos de algoritmos indiferentes, discursos de odio y desinformación viral, el libro del Dr. Rogelio del Prado Flores nos recuerda que la comunicación no es un lujo ni un adorno: es el campo de batalla donde se juega la dignidad humana.

Este texto es una brújula para quienes creemos que comunicar no es solo informar, sino transformar; que hablar no es solo expresar, sino responder; que narrar no es solo contar, sino comprometerse.


Desde el Human & Nonhuman Communication Lab, celebramos esta obra como una referencia imprescindible para repensar la ética comunicativa en clave de justicia, hospitalidad y responsabilidad.


📘 Te invitamos a leer el libro completo: “Para la justicia y la comunicación. Más allá del pragmatismo y la deconstrucción” del Dr. Rogelio del Prado Flores.📎 Solicítalo en bibliotecas universitarias o descarga fragmentos a través de plataformas académicas.


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