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Zoe en el aula: entre la promesa y el desafío del magisterio aumentado

  • 1 sept
  • 3 Min. de lectura
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Por: Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Human & Nonhuman Communication Lab, Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México


El 11 de agosto de 2025, una escuela de Villa Cañás, en la provincia de Santa Fe, se convertirá en escenario de un experimento pionero: Zoe, la primera docente creada con inteligencia artificial en América Latina, impartirá clases de inteligencia artificial y marketing en un workshop extracurricular avalado por la Secretaría de Educación de Argentina (Xataka Argentina, 2025, Zoe, la primera docente desarrollada con IA dará clases en Argentina).


Zoe no es un simple asistente digital: es un proyecto de Humanversum y la Space Kids Foundation que promete enseñar con disponibilidad total, en varios idiomas, adaptándose al perfil de cada estudiante y conversando por WhatsApp o videollamada. Su creador, Chris Meniw, insiste en que no se trata de desplazar a los profesores humanos, sino de iniciar un “reentrenamiento social”, en el que el conocimiento deja de ser acumulación de datos y se convierte en la adquisición de habilidades.


La docencia como acompañamiento y no como repetición

El discurso de Meniw apunta a una transformación estructural del magisterio. Las tareas repetitivas —explicaciones de manual, memorización, control mecánico— serían absorbidas por la IA. El papel del docente humano, entonces, se desplazaría hacia la esfera más delicada: acompañar la dimensión emocional, ética y motivacional del aprendizaje.

El riesgo, sin embargo, es claro: reducir el conocimiento a habilidades funcionales y dejar en manos de un software la transmisión de contenidos puede vaciar el aula de su riqueza crítica y cultural. Como advierte Paulo Freire, enseñar no es transferir información, sino crear las condiciones para que el conocimiento sea praxis, transformación y diálogo. Si la IA se limita a instruir y el docente a motivar, corremos el riesgo de fragmentar la experiencia educativa en piezas desarticuladas.


De la memoria a la interacción

Zoe llega con una promesa disruptiva: reemplazar la memorización por experiencias de interacción social mediadas por la IA. En palabras de su creador, se trata de que los alumnos pregunten a un chatbot y luego discutan en grupo las respuestas. Es un giro interesante: la máquina no se presenta como verdad absoluta, sino como disparador de conversación. Sin embargo, la paradoja es evidente: ¿cómo garantizar que esa interacción no termine reforzando la dependencia algorítmica en lugar de fomentar el pensamiento crítico?


Aquí radica la clave del nuevo rol docente: enseñar a desconfiar, a interpelar, a desmontar el discurso de la máquina, no a aceptarlo acríticamente. El profesor humano se convierte, así, en un traductor cultural entre los algoritmos y la comunidad de aprendizaje.


América Latina: oportunidad y riesgo

En contextos como el latinoamericano, marcados por desigualdades en el acceso a la educación, Zoe puede representar una herramienta de inclusión: disponibilidad permanente, enseñanza personalizada, multilingüismo. Pero también puede agravar la brecha si se limita a experiencias extracurriculares privadas o si convierte la educación en un servicio tercerizado por corporaciones tecnológicas.

Lo que necesitamos es un modelo híbrido crítico:

  1. IA para ampliar el acceso y personalizar el ritmo de aprendizaje.

  2. Docentes humanos para sostener el vínculo, formar en ciudadanía y garantizar la dimensión ética y comunitaria.

  3. Políticas públicas que regulen la integración de estas tecnologías y eviten que la educación se convierta en un mercado de chatbots educativos al servicio de intereses privados.


Zoe inaugura una pregunta que atraviesa el futuro de la docencia: ¿qué significa enseñar en un tiempo en el que el conocimiento ya no está en el aula, sino en la nube? La respuesta no será técnica, sino filosófica: decidir si queremos escuelas que formen ciudadanos críticos o usuarios bien entrenados para interactuar con máquinas.

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