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“ntp”, “thx” y el lenguaje del desapego: cuando la brevedad daña el vínculo

  • 21 abr
  • 3 Min. de lectura


Por: Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Human & Nonhuman Communication Lab, Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México


Un “plz” que no suena a por favor

La comunicación digital —ese tejido de signos que atraviesa la amistad, la familia, el amor y la vida cotidiana— ha adoptado un nuevo idioma: el de la abreviatura. “Hru?”, “brb”, “ty”, “u up?”. Frases que nacieron como atajos en celulares con teclas numéricas, y que hoy, en plena era de teclados predictivos y emojis animados, siguen operando como señales de bajo compromiso emocional.


David Fang y su equipo lo han documentado con claridad: cada letra que omitimos puede ser leída como un grado menos de cuidado, de intención, de afecto. Y no es solo percepción: en estudios de laboratorio, chats simulados y plataformas reales como Discord o Tinder, los mensajes abreviados fueron sistemáticamente percibidos como menos sinceros. Peor aún: en el terreno de lo romántico, acortaron conversaciones, debilitaron el interés y sabotearon conexiones potenciales.


La gramática de la presencia

El lenguaje no solo transmite información, construye relaciones. No es lo mismo decir “gracias” que “thx”; “perdón” que “sry”. Las versiones abreviadas suenan funcionales, pero carecen del peso simbólico que poseen las palabras completas. No se trata solo del mensaje, sino de lo que comunica sobre el hablante: ¿te tomaste el tiempo de escribirlo bien? ¿pensaste en cómo sonaría para el otro? ¿le diste forma al gesto o solo pulsaste un reflejo?


El afecto, como el lenguaje, necesita forma y atención. Y cuando esas formas se erosionan, lo que se pierde no es solo la palabra, sino la experiencia del otro como alguien que merece nuestra presencia plena. En un mundo donde las relaciones se sostienen —cada vez más— por la pantalla, escribir completo puede ser un acto de cuidado.


Economía del lenguaje, déficit de humanidad

Que el uso de abreviaturas tenga origen en los días de los SMS y los teclados numéricos no es excusa. Hoy, la economía del lenguaje no responde a limitaciones técnicas, sino a una cultura de inmediatez que valora la eficiencia por encima de la calidad del vínculo. Como si el tiempo para escribir “gracias” fuese un lujo en una conversación que, irónicamente, se da con personas que amamos o estimamos.

Las abreviaturas pueden parecer inocuas. Pero en acumulación, transmiten un mensaje no dicho: “no vales mi esfuerzo”. Y eso, como demuestra el estudio, resuena incluso entre amigos cercanos o parejas. Porque el lenguaje no se mide solo por lo que dice, sino por lo que omite y cómo lo omite.


Entre la velocidad y el vínculo: una invitación a escribir con el alma

Este fenómeno va más allá del marketing o la psicología social. Es un signo cultural. Una época que se comunica mucho, pero dialoga poco. Que escribe rápido, pero ama con torpeza. Un tiempo donde escribir bien —con intención, con forma, con palabras completas— puede ser un acto contracultural, un gesto radical de afecto.


Quizá no se trate de eliminar del todo el “lol”, el “brb” o el “gr8”. No son los culpables, sino los síntomas. Pero sí de reconocer el poder de escribir como quien ofrece una caricia. Porque, a veces, unas pocas letras más pueden ser el umbral entre la superficialidad y el cuidado.


¿Y si escribir “gracias” completo no es solo cortesía, sino una declaración de presencia?


Porque en el universo digital donde tanto se grita y tan poco se escucha, quizás lo más revolucionario sea escribir como quien se queda. Como quien dice: “estoy aquí. Contigo. Y lo escribo bien, porque importas.”

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