La pregunta y la verificación: pilares éticos y cognitivos en la era de la inteligencia artificial
- 7 may
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Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo
Human & Nonhuman Communication Lab, Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México
En un entorno marcado por la automatización del conocimiento, la aceleración del dato y la delegación creciente de funciones cognitivas a sistemas algorítmicos, la pregunta resurge como acto radical de humanidad. Más que una simple herramienta instrumental para acceder a información, la pregunta constituye una arquitectura simbólica mediante la cual el sujeto configura sentido, delimita su campo epistemológico y activa su agencia crítica en medio del ruido digital.
Hoy, el verdadero diferencial no es la capacidad de respuesta, sino la capacidad de preguntar con profundidad, pertinencia y responsabilidad. Formular una pregunta es un acto fundacional que orienta la búsqueda, revela valores, dominio del lenguaje, arriculacion de saberes, procesos lógicos, analíticos, creativos y detona procesos de interpretación. En ese sentido, podríamos afirmar que la pregunta —como constructo ético, semántico y político— se convierte en el núcleo de una alfabetización imprescindible para el siglo XXI.
Filosóficamente, la pregunta ha sido entendida desde siempre como el motor del conocimiento. De Sócrates a Gadamer, de Heidegger a Ricoeur, interrogar no ha sido jamás una acción banal, sino la forma más depurada de habitar el misterio. La mayéutica socrática, más que una técnica, era un gesto ético: parir ideas con el otro, sin imponer, sin suprimir. Preguntar no es violentar al mundo, es abrirlo.
En estos momentos, la evolución de la pregunta adquiere una dimensión aún más profunda. La pregunta no solo es un acto de curiosidad, sino un acto de creación de realidad. Al preguntar, definimos qué es relevante, qué merece atención y qué nuevos caminos de pensamiento pueden explorarse.
Además, la maduración de la pregunta refleja una evolución en nuestra relación con el conocimiento y con la realidad misma. La pregunta se convierte en un acto humano por excelencia, un reflejo de nuestra capacidad para cuestionar, para dudar y para buscar significados más allá de lo evidente.
En este sentido, la pregunta es también un acto de libertad y de resistencia frente a un mundo saturado de información. Es una forma de mantener nuestra agencia, nuestra capacidad de asombro y nuestra búsqueda constante de un entendimiento más profundo de nosotros mismos y del universo. Así, la evolución de la pregunta es, en última instancia, la evolución de nuestra conciencia y de nuestra capacidad para explorar lo desconocido.
La alfabetización en la pregunta: condición para la inteligencia crítica
Proponemos pensar la “alfabetización en la pregunta” como una competencia transversal que habilita a los ciudadanos digitales a navegar con conciencia el ecosistema informativo contemporáneo. Esta alfabetización no se limita a la habilidad técnica de redactar interrogantes, sino que implica una disposición hermenéutica hacia el mundo: la capacidad de cuestionar supuestos, detectar inconsistencias, abrir horizontes de posibilidad y confrontar narrativas hegemónicas. Es, en suma, un ejercicio de libertad intelectual.
En un paradigma de aprendizaje basado en prompts, el saber ya no reside solo en la acumulación de respuestas, sino en la arquitectura de las preguntas que se formulan para desencadenarlas. Preguntar se convierte, así, en una forma de esculpir el conocimiento, de esbozar lo posible y de articular lo que aún no ha sido dicho.
Verificar para habitar éticamente el dato
Pero la pregunta no opera en soledad. Su contraparte —ética y cognitiva— es la verificación. En un ecosistema donde las respuestas son generadas automáticamente y pueden estar sesgadas, descontextualizadas o incluso ser ficticias, verificar es más que un imperativo técnico: es un deber epistemológico. Significa aplicar filtros de contraste, recurrir a fuentes diversas, discernir la intencionalidad detrás de la información y evaluar la coherencia de los contenidos recibidos.
Formular sin verificar nos deja a merced de la ilusión de conocimiento. Verificar sin preguntar nos condena a la repetición pasiva. Solo en su conjunción, pregunta y verificación, se establece una ecología del pensamiento que favorece la autonomía, la verdad y el juicio crítico. En este binomio se articula una pedagogía de la lucidez.
La pregunta como acto de resistencia y la verificación como ejercicio de cuidado
En última instancia, tanto preguntar como verificar son actos políticos. La primera nos sitúa como agentes de sentido frente al algoritmo; la segunda, como custodios del bien común frente a la desinformación. En ese contexto sobrecargado de automatización emocional, donde la atención se monetiza y la viralidad suplanta la verdad, estas dos competencias nos devuelven el control del relato, la pausa necesaria para pensar, y la dignidad de no reducirnos a usuarios, sino reconocernos como sujetos.
La alfabetización en la pregunta y la verificación no es un lujo cognitivo, es una urgencia civilizatoria. Frente a la seducción de las respuestas inmediatas, proponemos una ética de la demora: detenerse, pensar, contrastar. Preguntar con rigor. Verificar con cuidado. Y en ese doble movimiento, recuperar lo humano en lo digital.
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