Horizontes del yo en ecologías hipermediales: identidad, alteridad e inteligencia artificial
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Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo
Human & Nonhuman Communication Lab, Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México
El horizonte digital, la globalización y la articulación medios de comunicación, inteligencia artificial, jóvenes y cultura nos obligan a un replanteamiento de las preguntas básicas de la existencia. Las preguntas por el yo; la relación del yo con los otros; la similitud y la diferenciación se vuelven cuestionamientos emergentes y obligados en momentos de ruptura y discontinuidad.
El mundo contemporáneo se organiza hoy en torno a ecologías híbridas donde lo técnico, lo simbólico y lo cultural se entrelazan en una trama densa e inestable. Habitamos ambientes hipermediáticos que ya no pueden pensarse como simples extensiones instrumentales de la vida social, sino como territorios existenciales en los que se reconfiguran la conciencia, el lenguaje y la experiencia del ser. En este contexto, la reubicación del hombre se vuelve una tarea urgente: no como desplazamiento físico, sino como ejercicio ontológico. Repensar la alteridad y la identidad deja de ser una inquietud filosófica abstracta para convertirse en una necesidad cotidiana, atravesada por pantallas, algoritmos y flujos de datos.
Individuo y colectividad se tensionan y se reescriben en este tránsito. La vida hipermedial no anula la experiencia humana, pero la somete a una reordenación constante. El sujeto no habita propiamente “en” los medios, sino que se ubica en un territorio intermedio, un espacio liminal que oscila entre lo físico, lo virtual, lo simbólico y lo mental. Ese territorio, que no pertenece del todo a nadie, es hoy el lugar donde se producen las prácticas sociales más significativas, donde se negocian sentidos, se remezclan identidades, se hackean narrativas y se alteran las formas tradicionales de interacción humana.
En este nuevo ecosistema simbólico, la pregunta por la autenticidad adquiere una densidad inédita. Ser uno mismo en el entorno hipermedial implica enfrentar procesos simultáneos de objetivación y subjetivación: mostrarse y ocultarse, narrarse y fragmentarse, buscar emancipación mientras se aceptan las reglas implícitas de visibilidad y reconocimiento. Históricamente, el yo se ha afirmado en el lenguaje, en ese punto donde el espíritu se encarna y el ser encuentra morada. Hoy, ese lenguaje se ve atravesado por interfaces inteligentes que no solo median la expresión, sino que la anticipan, la sugieren y, en ocasiones, la producen.
La irrupción de la inteligencia artificial introduce una capa adicional de complejidad. Los algoritmos aprenden de nuestras huellas, replican patrones de conducta, sugieren identidades posibles y optimizan la representación del yo. La IA se convierte así en un nuevo actor en la construcción identitaria: un espejo no humano que devuelve versiones probabilísticas de quienes somos o podríamos ser. Este fenómeno exige una revisión ecológica del antropotecnocentrismo del sujeto digital, una crítica que permita reconstruir la noción de identidad más allá de la unidad fija, para pensarla como múltiple, mutable e hipervinculada a prácticas sociales, culturales, espirituales, económicas, políticas y mediáticas.
La síntesis biológica-tecnológica que se despliega en el ciberespacio nos invita a comprender la identidad como representación dinámica: una sucesión de impresiones, ideas, emociones y deseos que se entrecruzan en el tiempo y el espacio, conformando una historia interior siempre en proceso. En nuestra afinidad hombre–medios emergen reverberaciones ontológicas y metafísicas que obligan a replantear las definiciones clásicas del ser, del otro y del yo. El homo signis digitalis vive una identidad narrada, descodificada y mediatizada, articulada en discursos fronterizos que nunca terminan de fijarse.
Esta condición fragmentaria produce un sujeto que habita la diáspora simbólica: sin un lugar estable, sin pertenencias definitivas, con una subjetividad descentrada e interconectada. Su sistema nervioso central es la interfaz misma que lo ancla al mundo. La identidad hipermedial no se fundamenta en un aquí o un ahora, sino en una movilidad constante, en una indeterminación que es, a la vez, riesgo y posibilidad.
La articulación entre identidad, hipermedios y cultura se manifiesta como una narrativa biográfica superpuesta, a veces antagónica, siempre alterna. El individuo utiliza los medios como herramientas dialécticas: constelaciones mediáticas por las que circula su discurso y se materializan sus ideas, sentimientos y visiones del mundo. Los medios aceleran la relación entre cuerpo y mente, entre mente y alteridad, convirtiendo la identidad en un texto abierto, un código parlante, una somatización simbólica de la realidad.
En este escenario, comprender la identidad implica reconocerla como una representación intersubjetivamente validada, distribuida a través de biografías narradas en y por los medios. La inteligencia artificial, al participar en esta distribución, redefine los límites del reconocimiento y plantea desafíos éticos de gran calado: ¿quién decide qué versiones del yo circulan?, ¿qué sucede cuando el algoritmo valida antes que el otro?, ¿qué tipo de humanidad se configura cuando la memoria, la voz y la imagen pueden ser simuladas?
La identidad como representación confiere significado al sujeto, a la especie misma. Este Homo Signis Digitalis está sin duda, definiendo sus propios límites.




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