Entre el clic y la plaza pública: Nuevas ciudadanías o ficciones digitales
- 24 jun
- 6 Min. de lectura

Una lectura crítica desde el Human & Nonhuman Communication Lab al capítulo de López Novelo y Rodríguez García
I. La pregunta que incomoda: ¿Participamos realmente o solo reaccionamos?
En los márgenes acelerados de la era digital, donde la inmediatez se confunde con compromiso y el “me gusta” suplanta la asamblea, una pregunta resuena con fuerza: ¿vivimos una expansión de las formas de ciudadanía o una dilución de su sentido profundo? Bajo esta provocadora interrogante, el capítulo ¿Nuevas ciudadanías o ciudadanías ficticias? de los investigadores Roberto Alejandro López Novelo y María Cristina Rodríguez García, incluido en la obra colectiva Humanizar la tecnología, nos ofrece una cartografía crítica de la participación política en el siglo XXI. En su núcleo, este texto no solo denuncia el vacío de los mecanismos tradicionales de representación, sino que explora cómo la virtualidad ha inaugurado nuevos escenarios de presencia ciudadana, aunque también de simulacro.
A partir de una minuciosa revisión empírica, teórica y sociológica, los autores nos interpelan: ¿el activismo digital ha sustituido la participación cívica o la ha reconfigurado?, ¿la red ha democratizado el acceso al poder simbólico o ha generado una ciudadanía placebo, enajenada de toda incidencia política real? No hay respuestas simples. Pero sí hay una invitación urgente: repensar, desde las grietas del presente, el lugar que ocupamos como sujetos políticos conectados.
II. Una genealogía simbólica: el ciudadano ante el poder
López Novelo y Rodríguez García nos proponen una lectura histórica y simbólica del concepto de ciudadanía, anclada en su transformación frente al poder del Estado. De esta genealogía emergen cinco “lugares de significación”:
El no-lugar, donde el individuo era mera fuerza de producción o amenaza de violencia.
El lugar utilitario, donde el ciudadano comienza a contar como unidad productiva susceptible de tributar y ser vigilada.
El lugar de poder, instaurado con la democracia griega y el nacimiento de la ley como mediadora de la relación entre individuo y Estado.
El lugar de pugna, cuando la ciudadanía es entendida como resistencia frente al poder monárquico o aristocrático.
El lugar del derecho, que consagra al ciudadano moderno como sujeto titular de garantías y libertades formales.
Esta evolución es clave para comprender por qué, en la actualidad, el ciudadano parece estar simultáneamente en todas partes y en ninguna. En un ecosistema donde el individuo tiene más canales de expresión que nunca, pero menos confianza en las instituciones que nunca, se juega la paradoja del ciudadano contemporáneo: hiperconectado, hiperinformado… e hiperinvisible.
III. Democracias vaciadas y pantallas saturadas
El análisis de los autores parte de una constatación preocupante: en América Latina, la democracia no atraviesa su mejor momento. De acuerdo con Latinobarómetro y LAPOP, la satisfacción con la democracia ha disminuido sistemáticamente desde 2009. La desconfianza en las instituciones es generalizada: partidos políticos, congreso, poder judicial y hasta las iglesias presentan caídas sostenidas en los índices de credibilidad.
México no escapa a este escenario. El abstencionismo electoral alcanza niveles alarmantes, pese a millonarias campañas institucionales. ¿Qué sucede, entonces, con la participación ciudadana? ¿Es que los jóvenes han renunciado a su papel en la esfera pública? O, por el contrario, ¿han encontrado nuevas formas de ejercerlo?
La tesis del texto es clara: asistimos a un desplazamiento de la participación política desde los espacios formales (urnas, partidos, asambleas) hacia nuevas arenas simbólicas: redes sociales, plataformas digitales, acciones performáticas, protestas urbanas. Lo que se ha debilitado no es la voluntad de incidir, sino la fe en los mecanismos institucionalizados para hacerlo.
IV. De la urna al trending topic: anatomía del ciberactivismo
El capítulo documenta con agudeza la emergencia del ciberactivismo como forma dominante de expresión política en la era digital. Ejemplos como el #YoSoy132 en México, el 15M en España, la Primavera Árabe o las protestas juveniles en Guatemala (#JusticiaYa) son analizados como casos paradigmáticos de cómo los espacios virtuales han devenido escenarios de deliberación, visibilización y presión política.
Lejos de asumir una postura ingenua o celebratoria, los autores advierten los riesgos de confundir visibilidad con eficacia, y engagement con impacto. Las redes sociales, afirman, permiten una participación más flexible, inmediata y creativa, pero también más fragmentaria, efímera y susceptible a la manipulación algorítmica.
El peligro de una “ciudadanía placebo”, que cree haber actuado solo por compartir un meme o firmar una petición online, está siempre latente. Sin embargo, el potencial democratizador de las redes digitales no puede ser subestimado. En palabras de Trejo Delarbre, citadas en el texto: “Estar conectado significa estar visible. Y eso, en una vida pública hasta hace no mucho monopolizada por pocas voces, no resulta poco.”
V. Participación simbólica, disidencia cultural
Uno de los aportes más originales del capítulo reside en su análisis de la participación ciudadana no solo en clave política, sino también cultural. Los jóvenes —principal grupo de análisis— ya no canalizan su ciudadanía únicamente a través del voto o la militancia partidista. Su acción se despliega en prácticas simbólicas, performances digitales, movimientos culturales, denuncias virales y creación de nuevos sentidos de comunidad.
Este giro hacia lo simbólico, lejos de ser una huida del compromiso, puede ser interpretado como una forma legítima de construcción ciudadana. La cultura digital ofrece nuevas formas de agencia: visibilizar lo invisible, narrar lo excluido, resistir lo hegemónico.
Sin embargo, como bien advierten los autores, este tránsito debe ser observado críticamente: ¿son estas formas nuevas modalidades de politización o expresiones de desafección encapsulada?, ¿son las redes una caja de resonancia para la disidencia o un espejismo de libertad en medio de una arquitectura de control?
VI. Entre la esperanza y la sospecha: redes, vigilancia y capital político
El texto no pierde de vista las ambigüedades de la tecnología. Por un lado, Internet ha erosionado el capital político acumulado de figuras e instituciones: la viralidad de escándalos, el escrutinio constante y la capacidad de organización descentralizada han redefinido las relaciones de poder. Por otro lado, la misma lógica de las redes favorece la polarización, la infoxicación, la postverdad y la desinformación.
López Novelo y Rodríguez García trazan una línea fina entre el empoderamiento ciudadano y el espejismo de participación. Las plataformas que hoy nos permiten expresarnos, organizar y resistir, también pueden ser dispositivos de vigilancia, segmentación ideológica y manipulación emocional.
Como plantea Manuel Castells, retomado en el capítulo, la “sociedad en red” ha alterado no solo los canales de comunicación, sino la estructura misma del poder y de la subjetividad política. La ciudadanía del siglo XXI no puede entenderse sin su dimensión digital.
VII. La pregunta que queda: ¿hay nuevas ciudadanías o solo nuevas formas de evasión?
La conclusión del texto, como no podía ser de otro modo, es una invitación a la reflexión crítica. No hay respuestas definitivas. Hay indicios, tensiones y mutaciones. La virtualidad ha extendido el campo simbólico de la participación, pero no necesariamente ha sustituido los mecanismos formales de incidencia. La calle y la red, la protesta y el like, el hashtag y la urna conviven en un ecosistema complejo.
Los autores no caen en el tecnoescepticismo ni en el tecnoutopismo. Su mirada es dialógica, interrogativa, profundamente pedagógica. Proponen pensar la ciudadanía como un “lugar simbólico en disputa”, más que como una categoría cerrada. Un lugar donde convergen luchas por la visibilidad, el reconocimiento, la expresión y la incidencia.
VIII. Aportes para la educación, la comunicación y la acción política
Desde una perspectiva formativa, el texto ofrece múltiples aportes:
Aporta un marco teórico sólido para abordar la ciudadanía digital desde la comunicación política.
Ofrece datos actualizados, tanto nacionales como internacionales, sobre abstencionismo, participación y confianza institucional.
Integra referencias clave (Castells, Beck, Latinobarómetro, LAPOP, PNUD) para contextualizar el fenómeno en América Latina.
Propone una visión transdisciplinaria que articula comunicación, sociología, antropología política y cultura digital.
Para académicos, docentes, comunicadores y activistas, este capítulo es una herramienta poderosa para comprender, problematizar y transformar las formas actuales de ciudadanía. En especial, es un texto imprescindible para quienes trabajan en el cruce entre redes digitales, juventudes y acción pública.
IX. Reaprender la ciudadanía desde las grietas
Desde el Human & Nonhuman Communication Lab, este capítulo nos invita a recuperar una pedagogía de la escucha, una alfabetización crítica de la ciudadanía y una ética de la conectividad. La tecnología, nos recuerdan los autores, no es neutral. Está cargada de posibilidades, pero también de tensiones, peligros y ficciones.
Si aspiramos a una democracia más viva, más justa y más plural, debemos dejar de preguntar solamente quién vota y empezar a preguntarnos cómo, dónde, para qué y con qué herramientas simbólicas se participa hoy. Y, sobre todo, debemos abrir espacios donde la ciudadanía no sea solo un derecho formal, sino una práctica cotidiana, significativa y transformadora.
Para leer el capítulo completo:
📘 ¿Nuevas ciudadanías o ciudadanías ficticias? Hacia la comprensión de la virtualidad en la participación ciudadana, de Roberto Alejandro López Novelo y María Cristina Rodríguez García.Incluido en el libro colectivo: Humanizar la tecnología. Implicaciones culturales y formativas de la comunicación🔗 Descargar el capítulo en PDF




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