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El derecho al misterio: resistencia cultural frente al aburrimiento algorítmico

  • 22 sept
  • 4 Min. de lectura
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Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo

Human & Nonhuman Communication Lab

Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México


Vivimos en una época de paradojas: más acceso, menos asombro; más opciones, menos elección; más velocidad, menos profundidad. La vida cultural, que alguna vez fue el escenario de lo inédito, del riesgo estético, del temblor creativo y de la disidencia simbólica, parece hoy naufragar en un océano de remezclas derivativas, playlists recicladas, narrativas prefabricadas y algoritmos que deciden por nosotros. El cansancio, la saturación y el vértigo no provienen de la carencia, sino de la sobreabundancia. Y sin embargo, esta abundancia no nos nutre: nos paraliza, nos aburre, nos vacía.


La ilusión de la elección: entre el deseo domesticado y la sobreoferta

Vivimos atrapados en la ilusión de la elección. Las plataformas nos prometen libertad, pero en realidad nos ofrecen un túnel hacia lo familiar. El algoritmo sabe lo que nos gusta porque lo repetimos, no porque lo elijamos con libertad. La paradoja es cruel: cuanto más riqueza de opciones se nos ofrece, más pobres parecen nuestras decisiones. La abundancia nos paraliza porque el riesgo de "elegir mal" se multiplica. Entonces, por cansancio o por costumbre, terminamos repitiendo.


El algoritmo refuerza esta conducta dominante. Nos empuja hacia lo que gusta a la mayoría, descarta la incertidumbre, minimiza el riesgo, y en ese proceso, destruye la posibilidad de lo nuevo. La seguridad, esa promesa del capitalismo cognitivo, se convierte en una prisión sin barrotes.

Vértigo, cansancio y saturación: el malgasto de la energía simbólica

Lo que sentimos no es fatiga física, sino un agotamiento simbólico. Un hastío que nace de la repetición de formas, estructuras, tonos y colores. Las obras culturales son funcionales, pero están vacías; bellas, pero impersonales. Es un diseño sin alma. La estandarización masiva esconde su violencia bajo la máscara de la eficiencia.


Buscamos acabar rápido, pasar al siguiente contenido, hacer scroll sin pausa. El vértigo y la velocidad anestesian. Pero el resultado es el mismo: el malgasto de la atención, el agotamiento del deseo, la muerte del misterio.


La muerte de la originalidad y la cultura como algoritmo

La cultura ha sido sustituida por la industria de contenidos. Lo original es sustituido por lo probable. La IA es su emblema perfecto: es novedosa, pero no creativa; promedia, pero no imagina. La IA no sueña, no se equivoca, no sufre: por eso no crea. Solo remezcla.


En un ecosistema donde todo debe ser monetizable, la cultura se convierte en monocultivo. Y como en la agricultura intensiva, esto produce una estética superficial y una ética precaria. Sin diversidad estética, sin rarezas, sin errores, la cultura deviene insípida. Su abundancia no alimenta: empalaga.


El aburrimiento como síntoma cultural. Un horizonte plano y vacío de sentido

Este aburrimiento no es el del ocio, sino el del exceso. Es el aburrimiento de una cultura que ha perdido su capacidad de interpelar, de conmover, de inquietar. Un aburrimiento existencial que nace cuando el arte se convierte en contenido, y el espectador en usuario. Nos enfrentamos a una cultura que ha eliminado lo imprevisto, que ha estandarizado la emoción y convertido la sorpresa en amenaza.


Derecho a la incertidumbre y el misterio: una ética de la resistencia

Quizás el derecho más olvidado de nuestra era digital sea el derecho al misterio. A no saber. A explorar sin mapa. A dejarse incomodar por lo diferente. La incertidumbre no debe ser temida, sino cultivada. Es allí donde nacen la originalidad, la invención, la belleza.


Defender el misterio es resistir. Es recuperar el espesor del tiempo, el valor de lo no útil, la ética de la lentitud. Es recordar que el arte no se mide en clics, ni el pensamiento en productividad. Es revalorizar lo que no puede ser optimizado, cuantificado ni vendido.


Una nueva alfabetización para un nuevo humanismo

Para ejercer este derecho al misterio, debemos promover una nueva alfabetización. Una alfabetización para la ambigüedad, la complejidad y la disidencia:

  • Alfabetización emocional: Aprender a tolerar la incomodidad y el aburrimiento como estados fértiles.

  • Alfabetización de la complejidad: Saber que no todo se explica en una frase, que lo importante muchas veces es contradictorio.

  • Alfabetización crítica radical: No solo cuestionar el contenido, sino los marcos que hacen visible ciertos contenidos y no otros.

Como advirtió Byung-Chul Han, la psicopolítica del capitalismo digital convierte la libertad en autoexplotación. Solo resistiendo el mandato de la inmediatez, podremos recuperar la profundidad del pensamiento.


Una ética para no acabar con la cultura

Hoy, más que nunca, necesitamos una ética de la creación, de la contemplación, del asombro. Un nuevo humanismo que resista la lógica del rendimiento y el algoritmo. No para destruir la tecnología, sino para habitarla con dignidad. Como decía Simone Weil, la técnica solo tiene valor si obedece a la verdad y a la justicia.


Si no defendemos el misterio, si no protegemos el derecho a lo incierto, estaremos cediendo no solo nuestra cultura, sino nuestra alma, nuestra aura. El aburrimiento no es inevitable. Es el síntoma de una cultura que ha olvidado el temblor de lo sagrado, la chispa de lo inesperado. Recuperarla es nuestro deber y nuestra esperanza.

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