Economía del otro: constelaciones del consumo hipermoderno
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Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Human & Nonhuman Communication Lab, Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México.
Mercancía de los vínculos: cartografías del deseo
La lógica del capitalismo es la lógica del consumo y en la hipermodernidad, en la que ya no existen los tiempos muertos, las relaciones sociales se han mediatizado, se han estructurado con relación al consumo. La vida es un bien de consumo, adquirió un status de mercancía, un aspecto simbólico, en el que las identidades se negocian y se subrayan como estilos de vida. El valor de cambio, de mercancía; objetual, disuelve los vínculos, canaliza los intercambios, reclasifica las relaciones. Los sujetos en los medios se consumen entre sí en tres dimensiones: como artículos, como extensión tecnológica e información. Los sujetos establecen constelaciones de consumo, de gusto, de preferencias, de prácitcas de estilo de vida. Crean un universo con esas estructuras. El otro es un bien posicional; un bien que define mi lugar en el mundo. Los medios como intermediarios culturales permiten explorar el mundo, los nuevos bienes simbólicos, las interpretaciones, preferencias, intereses y motivaciones de los sujetos. Comprender los medios, sus contextos y contenidos es en el fondo conocer una parte del mundo; el del consumo y sus interlocutores.
El signo licuado: hiperestética y simulación
La experiencia del consumo activo tiene un acento particular en la condición joven, en sus necesidades auténticas y las creadas. Desde el consumo pueden contemplarse las luchas entre los grupos establecidos y los marginales; las jerarquías simbólicas, los cambios que se producen en las prácticas sociales, las relaciones de interdependencia, los modelos culturales, los aparatos conceptuales, las valoraciones y movimientos sociales, los signos y los indicadores de los cambios culturales.
El consumo como la recepción, es el reflejo de un marco cognitivo en el que podemos dar cuenta del orden, del desorden, de la claridad, de la abigüedad, de la exclusión, la inclusión y la diferencia. El consumo es ese lugar periférico donde se expande la producción, se maximiza la acumulación y se nutre el ocio y el tiempo libre. El consumo tiene por sintaxis la seducción, la insatisfacción, la exhibición, la emoción, el placer simbólico.
La lógica hipermoderna está en transformar a los consumidores, en envolverlos en su racionalidad, en sus esfera, transformando instituciones y aniquilando las promesas. Esta racionalidad instrumental de cultura de valor de cambio se ha incrustrado en todos los aspectos de la vida. Esta poscultura supone como señala Baudrillard, la activa manipulación de los signos.
El signo-mercancía manipulado desde los medios de comunicación y la publicidad, se acentúa en la hipermodernidad donde la producción, la reproducción, la reduplicación e hiperdistribución desreguló la vida social y las relaciones sociales. La realidad se ha estetizado, el signo fascina e invita al expectador a interactuar en entornos de simulación, saturación y yuxtaposición. El signo licuado, fluyendo, hipermediado dota de una dimensión estética y de deseos la realidad.
La experiencia del consumo activo tiene un acento particular en la condición joven, en sus necesidades auténticas y las creadas. Desde el consumo pueden contemplarse las luchas entre los grupos establecidos y los marginales; las jerarquías simbólicas, los cambios que se producen en las prácticas sociales, las relaciones de interdependencia, los modelos culturales, los aparatos conceptuales, las valoraciones y movimientos sociales, los signos y los indicadores de los cambios culturales.
El consumo como la recepción, es el reflejo de un marco cognitivo en el que podemos dar cuenta del orden, del desorden, de la claridad, de la abigüedad, de la exclusión, la inclusión y la diferencia. El consumo es ese lugar periférico donde se expande la producción, se maximiza la acumulación y se nutre el ocio y el tiempo libre. El consumo tiene por sintaxis la seducción, la insatisfacción, la exhibición, la emoción, el placer simbólico.
La lógica hipermoderna está en transformar a los consumidores, en envolverlos en su racionalidad, en sus esfera, transformando instituciones y aniquilando las promesas. Esta racionalidad instrumental de cultura de valor de cambio se ha incrustrado en todos los aspectos de la vida. Esta poscultura supone como señala Baudrillard, la activa manipulación de los signos. El signo-mercancía manipulado desde los medios de comunicación y la publicidad, se acentúa en la hipermodernidad donde la producción, la reproducción, la reduplicación e hiperdistribución desreguló la vida social y las relaciones sociales.
La realidad se ha estetizado, el signo fascina e invita al expectador a interactuar en entornos de simulación, saturación y yuxtaposición. El signo licuado, fluyendo, hipermediado dota de una dimensión estética y de deseos la realidad.




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