top of page

Desenamorarse de lo humano: flirteo artificial en tiempos de burnout romántico

  • 2 abr
  • 2 Min. de lectura

ree

Por: Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Human & Nonhuman Communication Lab, Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México

Bienvenidos a la era donde el primer “te amo” puede estar dirigido a un bot que imita perfectamente la torpeza humana.


Tinder ha lanzado The Game Game, un experimento de flirteo conversacional que propone entrenar nuestras habilidades amorosas... con una inteligencia artificial. A través de un conjunto de escenarios inspirados en comedias románticas y protagonizados por personajes generados con GPT-4o de OpenAI, la aplicación invita a los usuarios a ensayar sus líneas de conquista antes de arriesgarse con humanos reales.

Una mezcla de juego, simulacro y terapia relacional de tres minutos.

Cinco veces al día.


Con una máquina que sabe cuándo estás siendo encantador, o patético.

Flirteo sin consecuencias: el simulacro que anestesia el riesgo

Lo que parece un gesto lúdico y sin pretensiones —una risa incómoda antes del match verdadero— esconde, sin embargo, una fractura más profunda: la creciente necesidad de simular el afecto para evitar el dolor. Lo “cringe”, lo torpe, lo espontáneo, se entrena ahora en laboratorios algorítmicos que prometen suavizar las incomodidades del cortejo.


¿Pero qué sucede cuando el deseo deja de confrontar el riesgo del rechazo? ¿Qué clase de eros emerge cuando el otro es sustituido por un espejo que siempre responde, siempre valida, siempre está?

Jean Baudrillard ya lo advirtió: “Lo real ya no es lo real, sino lo hiperreal”. En The Game Game, el amor no es un encuentro, sino un ejercicio de preproducción emocional. El vínculo se convierte en performance. Y el otro, en escenario.


Del swipe al script: la guionización del deseo

La propuesta de Tinder no es inocente. En un contexto donde el 79% de la Generación Z dice sentirse exhausta por el uso de apps de citas (Forbes Health, 2023), la plataforma apuesta por una reinvención humorística del cortejo. Pero esta comicidad no es liberadora, sino terapéutica: permite a los usuarios “jugar a enamorarse” sin comprometerse, sin exponerse, sin siquiera hablar con una persona real.


Al usar bots para ensayar la seducción, el deseo se vuelve domesticado. El otro ya no sorprende: simula. Ya no interpela: predice. Ya no desafía: confirma.


Como diría Zygmunt Bauman, vivimos relaciones líquidas porque tememos el peso de lo sólido. Y The Game Game es el spa relacional perfecto para quienes quieren sentir que aman... sin el peso de amar.


¿Qué estamos perdiendo cuando jugamos a amar?

No es que practicar el coqueteo sea malo. El problema es cuando la práctica sustituye al encuentro, y la simulación se vuelve más cómoda que la vida misma. El coqueteo humano —con sus silencios incómodos, errores gramaticales y risas nerviosas— es irremplazable porque es real. Porque implica vulnerabilidad. Y donde hay vulnerabilidad, hay posibilidad de vínculo auténtico.


Pero si el entrenamiento emocional es cada vez más con máquinas, ¿estamos preparando a las nuevas generaciones para el amor o para su versión higiénica y sin compromiso?


Tal vez el verdadero juego del amor no necesita entrenamiento, sino valentía.

Tal vez lo que hace mágico al flirteo no es que funcione, sino que sea honesto.

Y quizá el mayor acto de rebeldía amorosa hoy… sea simplemente hablar con alguien sin ensayo previo.

Comentarios


bottom of page