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Bondad y barbarie: el abismo que habita en nosotros

  • 30 mar
  • 2 Min. de lectura

Por: Jorge Alberto Hidalgo Toledo


Lo más estremecedor del ser humano no es que pueda hacer el bien, sino que puede elegir no hacerlo. Y eso nos confronta con una verdad difícil: la bondad no es automática; no está garantizada por la naturaleza humana. Al contrario, lo que nos diferencia no es la capacidad de dañar, sino la decisión consciente de no hacerlo.


¿Qué nos hace buenos?

Nos hace buenos la empatía, la compasión, la conciencia del otro. Pero eso no nace solo. Se cultiva:

  • En la familia que enseña que el otro importa.

  • En la escuela que forma el juicio moral.

  • En la comunidad que transmite valores.

  • En las narrativas culturales que celebran la justicia, no el poder violento.

La bondad es frágil. Y requiere cuidado constante. Cuando no se cultiva, el mal encuentra terreno fértil.


¿Qué nos ha hecho malos?

Nos ha hecho malos:

  • La normalización del dolor ajeno.

  • La impunidad estructural que premia al violento.

  • La desigualdad radical que rompe la solidaridad.

  • El consumo de la violencia como espectáculo.

  • La falta de consecuencias éticas y sociales por el daño causado.

La barbarie no volvió: nunca se fue. Solo que hoy hemos debilitado todos los frenos que solían contenerla.


¿Qué hay en la naturaleza humana que no frena el mal?

La historia demuestra que la racionalidad, la religión, la educación o la ley no bastan por sí solas. Eichmann era culto. Muchos genocidas creían en algo. La ley ha sido usada tanto para liberar como para reprimir. La educación, si no va acompañada de ética y empatía, puede volverse solo un instrumento técnico al servicio del poder.


¿Qué nos ha faltado?

  • Nos ha faltado, sí:

  • Más humanismo: que enseñe a pensar en la dignidad del otro.

  • Más ética práctica: que cuestione lo que hacemos cada día, no solo lo que decimos.

  • Más formación cívica real, no memorizar fechas o leyes, sino aprender a vivir con otros.

  • Más dolor compartido, más comunidad, más memoria.

  • Nos ha sobrado cinismo, nos ha faltado cultivar el alma pública.


¿Qué nos falta hoy para no regresar a la barbarie?

1. Nombrar el mal, sin miedo.

2. Educar para la compasión, no solo para la competencia.

3. Reparar los lazos rotos: familia, comunidad, sentido de pertenencia.

4. Recordar siempre que lo humano no es garantía de bondad, sino la posibilidad de elegirla.

Y quizá sobre todo: volver a enseñar que cada vida vale.

Porque donde la vida deja de valer, la barbarie empieza a organizarse.

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