¿Quién es Simone Weil y por qué la retoma Byung-Chul Han en su último libro?
- 5 dic
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Por Eduardo Portas Ruiz // Profesor investigador del Centro de Investigación para la Comunicación Aplicada (CICA) de la Universidad Anáhuac México
En X: @EduPortas

Algunos lectores de Byung-Chul Han fueron tomados por sorpresa cuando vieron el nombre de Simone Weil en la portada de Sobre Dios. Pensar con Simone Weil (2025), el último libro del aclamado filósofo coreano-alemán.
Weil (1909-1943) fue una profesora, obrera y anarquista que reflexionó profundamente sobre el sentido de la vida durante su corta vida. Fue sumamente activa en el remolino de las ideas políticas de su tiempo y su larga colección de escritos han sido publicados de manera póstuma.
Francamente mística, Weil admitía gran interés por las ideas de las grandes religiones del mundo y su producción literaria está marcada por los cuestionamientos existenciales que buscan responder los sistemas de creencias organizados.
Esta profundidad de pensamiento sobre la vida moderna le ha ganado enorme influencia en los círculos filosóficos contemporáneos, pero hasta que Han la retomó en su obra no había sido expuesta a los medios de comunicación digitales modernos de forma tan notoria, dada la creciente fama que ha adquirido el filósofo coreano-alemán con la publicación de cada una de sus obras.

Han es directo: en su opinión, Weil es la pensadora más importante del siglo XX por su capacidad para profundizar en los aspectos trascendentales de la vida. En la vida moderna hipermediatizada, esta búsqueda de remanso se han convertido en un deseo permanente.
Weil, a decir del filósofo, ofrece grandes avenidas sobre las cuales se puede apuntar hacia ese fin.
El prefacio de “Sobre Dios...” alumbra el camino. “En su grado más elevado, la atención es lo mismo que la oración”, escribió Weil. Gran parte de los problemas del mundo moderno y la secularidad extrema que intercambian las masas por Dios se debe al deterioro de la atención, afirma Han.
“La percepción se ha vuelto extremadamente voraz. Carece de toda amplitud contemplativa. Come sin parar […] La percepción es cebada casi hasta el hartazgo con basura informativa y comunicativa, con basura sonora y visual. Nos estamos convirtiendo en ganado de consumo. La percepción está cada vez más gobernada por el estímulo y la adicción. Ocupada únicamente en comer, ya no puede mirar”, agrega.
En ese tenor, como se ha escrito en este espacio varias ocasiones, el mexicano promedio pasa entre 7.5 y 8 horas todos los días conectado a internet y más de la mitad de ese tiempo es dedicado a redes sociales, particularmente al consumo de videos cortos. La atención de los mexicanos está, cuando menos, fragmentada.
Sigue Han:
“La crisis actual de la atención tiene que ver con que solo queremos comerlo, consumirlo todo, en lugar de mirar. La percepción voraz no necesita atención. Devora todo lo que se le presenta. Solo el alma que ayuna puede mirar. Con el ayuno, el alma pone en marcha una autofagia que consume su parte inferior y voraz. Solo esta autofagia del alma nos salva y nos conduce a Dios”.
El prefacio de la obra está condimentado de varias frases de Weil que unen ambos mundos: el de los totalitarismos del siglo XX que conoció muy de cerca la francesa y el frenético que habita Han. Ese puente es natural. Como lo suscribe Han cuando cita Weil:
“Aquí abajo, mirar y comer son dos cosas distintas. Hay que elegir una u otra. A ambas se las llama amar. Solo tienen alguna esperanza de salvación aquellos a quienes a veces les sucede que permanecen un tiempo mirando sin comer”. Y poco después: “La parte eterna del alma se nutre de hambre. Cuando no se come, el organismo digiere su propia carne y la transforma en energía. El alma también. El alma que no come digiere y transforma su parte mortal. El hambre del alma es dura de soportar, pero no hay otro remedio para esta enfermedad. Dejar morir de hambre, en vida, la parte perecedera del alma. Así, un cuerpo carnal llega a servir directamente a Dios”.
Las ideas de Weil se transfieren al mundo presente. ¿Quién de nosotros podría pasar tan siquiera 15 minutos sin una sola distracción?¿Sin tocar el teléfono, el iPad, la PC o televisor inteligente? Sin el detenimiento la reflexión es prácticamente imposible y la vida moderna ha hecho de buena parte de la humanidad un colectivo que likea e interactúa, pero rara vez observa. El observar es distinto al ver. Cuando se miran con profundidad las cosas nos acercamos a su esencia. Cuando solo se ven se catalogan de manera instrumental: son útiles o inútiles para los propios intereses, cual escroleo en un feed conformado por lo real.
Han va mucha más allá y afirma que las almas que no solo come sin mirar produce vacío. La religión se planta entonces como una solución que obliga a la contemplación y se opone al “comer”. Nos obliga a mirar hacia adentro y observar el vacío, el cual, dice filósofo, no admite apego alguno.
La digitalización ha destruido la paciencia y los estímulos la atención. Las adicciones no necesitan la atención, por el contrario, crecen sin ella. Cuanto peor cuando la sociedad entera es adicta a la dopamina de sus pantallas,. En pocas palabras, dice, el smartphone es una máquina de adicción digital opuesta a lo verdadero, a lo que no cambia. Cita a Weil: “Con la plenitud de la atención solo se puede pensar en Dios. A la inversa, solo se puede pensar en Dios con la plenitud de la atención. [...] El éxtasis supremo es la plenitud de la atención”.
El saltar de una distracción digital a otra hace que nos sintamos vacíos, alejados de Dios, afirma el autor de En el Enjambre (2014). De nuevo dialoga con Weil: “Dios es atención sin distracción […] La atención perfectamente pura, la atención que no es más que atención, es la atención dirigida a Dios, porque él solo está presente en la medida en que hay atención […] La atención exige duración; por eso no se puede estar atento a lo que cambia”.
¿Qué pasa cuando no se cuenta con estos estímulos digitales? Se recurre a la interioridad, a la oración, en donde no se tienen deseos, afirma Han, sino lo que se escucha es e “silencio divino” o citando a Weil “la ausencia es ‘el modo de la presencia divina’”. Solo la atención puede repeler al mal, agrega, y solo una “atención elevada es capaz de ofrecer una defensa inmunológica contra el contagio viral” del mundo mimético digital.
Frente al marasmo existencial, 15 minutos de oración.
“Simone Weil parte de la idea de que el mal o la violencia pueden atribuirse a la falta de atención, que la atención es, por así decirlo, un filtro que distingue el bien del mal. Según esto, habría menos violencia en el mundo si fuéramos capaces de una mayor atención, una atención semejante a la oración. Según la ética de la atención de Weil, un cuarto de hora de atención pesa más que muchas buenas obras: ‘El alma es algo que se resiste a la verdadera atención mucho más violentamente de lo que la carne se resiste a la fatiga. Ese algo está mucho más cerca del mal que la carne. Por eso, cada vez que se está verdaderamente atento, se destruye algo malo en uno mismo. Si se está atento con esta intención, un cuarto de hora de atención pesa tanto como muchas buenas obras’”.
La atención contemplativa como bálsamo de la vida conectada. La lectura como proceso de acercarse a lo espiritual, expresa Han. La información estimula, pero “la lectura presupone la atención”, o cual es muy distinto. En ese intersticio se encuentra la dimensión divina. En palabras de Weil “La dirección vertical nos está vedada. Pero si contemplamos el cielo durante mucho tiempo, Dios desciende y nos eleva”.
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El prefacio de Sobre Dios. Pensar con Simone Weil (2025) se encuentra en:




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