La centralidad de la comunicación
- 27 may
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Por Rogelio Del Prado Flores
Por muchos años me he preguntado el lugar que ocupa la comunicación humana en nuestra cultura. Parece una cuestión muy obvia. Nuestro tiempo se caracteriza por una hipertransacción informativa. Pero si nos detenemos a pensar, veremos que las redes sociales son adictivas, tan adictivas que no lo consideramos así, o minimizamos tal dependencia. La dopamina informativa, o la necesidad de recibir una gratificación son imperantes. Prueba de ello, no es solo el tiempo que pasamos en visualizando las pantallas (negras), sino que creamos un perfil nuestro que consideramos tan importante como el curriculum vitae tradicional. No importa el perfil, o el habitus, del internauta, somos consumidores asiduos de contenidos digitales. Sin embargo, ¿el tipo de interacción que se realiza en los medios digitales es realmente una comunicación humana? ¿Qué caracteriza la comunicación humana? ¿Cuál es su esencia? La respuesta podría ser muy extensa, pero una dimensión que distingue a la comunicación es su vínculo con la otredad. La comunicación es con otro. Levinas señala en Totalidad e Infinito que la otredad es lo que está más allá de mi perspectiva, más allá de mi necesidad, más allá de mi pensamiento.
Es extranjería, más allá de mi domino, lo que es de otro modo que ser. El rostro del otro, señala Levinas, es epifanía de lo trascedente. Yo aterrizo la cuestión de la otredad, a la visión del personalismo. Comunicación humana es participación junto con el otro, como diría Karol Wojtyla, de la conformación de comunidades. La auténtica comunicación es instituir lazos de intersubjetividad. La formación de comunidades, la institución de la comunidad es resultado de la auténtica comunicación. Instituir la comunidad, fruto de la comunicación humana, consiste en levantar y sostener una relación. Donde hay comunidad instituida, hay mundo para la comunicación humana.




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