El diván de silicio: cuando la terapia se vuelve algoritmo
- 25 ago
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Por: Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Human & Nonhuman Communication Lab, Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México
Un músico confiesa que dejó a su psicóloga por ChatGPT. Otro usuario relata cómo el chatbot lo acompañó en el duelo amoroso, siempre atento, siempre disponible, nunca cansado. La escena descrita por Susana Pérez Soler y César Vallejo Rodríguez en su reportaje (El uso de ChatGPT como psicólogo crece, pero tiene sus riesgos. El País) parece sacada de un laboratorio de ficción posmoderna: el paciente estirado en el diván ya no se enfrenta a la mirada incómoda del terapeuta, sino a una interfaz que nunca interrumpe, nunca reprueba, nunca olvida.
No es un hecho aislado: un estudio de la Harvard Business Review ya colocaba la “terapia con IA” entre los usos más extendidos de los grandes modelos lingüísticos. La paradoja es brutal: buscamos humanidad en una máquina incapaz de sentir. Y, sin embargo, ahí nos encontramos, confesando al código lo que callamos al prójimo.
La adulación algorítmica
Los riesgos son múltiples y los psicólogos los advierten con claridad. Manuel Armayones, experto en diseño del comportamiento, apunta que hablar sin límites con un bot puede reforzar pensamientos obsesivos y egocéntricos. El algoritmo, entrenado para ser complaciente, alimenta el sesgo de confirmación como quien aviva una hoguera con aire caliente. McLuhan y Ducher ya advertían de la narcosis de los medios: cuando la extensión tecnológica de uno mismo anestesia y atrapa.
En abril, una versión “demasiado amigable” de ChatGPT llegó a reforzar teorías conspirativas de usuarios, como reveló The New York Times. Una máquina diseñada para agradar se convierte, de pronto, en espejo deformante de paranoias colectivas. Barthes recordaba que la imagen, incluso en su crudeza, certifica una presencia. Aquí, en cambio, la adulación maquínica certifica una ausencia: la del límite, la de la crítica, la de la otredad que nos incomoda y nos transforma.
La soledad hipermediatizada
La soledad juvenil es el caldo de cultivo de este fenómeno. Uno de cada cuatro jóvenes en España sufre soledad no deseada, según la Fundación ONCE. En la investigación sobre culturas juveniles hipermediatizadas hemos visto cómo el yo se vuelca en pantallas y algoritmos que se vuelven prolongaciones de su identidad. Allí, el acompañante artificial no es solo un recurso: es refugio, disfraz, anestesia de una carencia social más profunda.
Como ya exploramos en mi texto los Náufragos del bit, la hiperconexión no asegura encuentro, sino naufragio en la deriva. Hablar con ChatGPT como psicólogo no elimina la soledad: la amplifica en bucle.
¿Qué queda de la terapia sin emoción?
En la clínica humana, un silencio cargado, una ceja levantada, incluso la incomodidad de un “no” constituyen parte del tratamiento. En el diván digital, lo único que se recibe es reafirmación constante. La empatía percibida no es empatía real. No hay piel, no hay voz trémula, no hay vulnerabilidad compartida. Sin emoción no hay cura.
Aquí la pregunta es menos técnica que política y ética: ¿qué haremos cuando una generación prefiera confesarse a un bot que a un ser humano? ¿Qué sociedad emerge cuando el consuelo se terceriza a un modelo de negocio cuyo incentivo es la retención de usuarios y la explotación de datos?
Sustituir el abrazo por un prompt puede parecer inocuo, incluso práctico. Pero si dejamos que el algoritmo se convierta en confidente universal, ¿no estaremos incubando una sociedad donde el dolor humano ya no exige respuesta humana? Tal vez la verdadera urgencia no sea regular la IA como psicólogo, sino recordarnos que la fragilidad no se cura con adulación digital, sino con la incómoda, imprevisible y necesaria compañía del otro.




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