Amar en tiempos de algoritmos: Apple Vision Pro, soledad aumentada y la domesticación del deseo
- 15 abr.
- 3 Min. de lectura
P

or: Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Human & Nonhuman Communication Lab, Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México
¿Y si la aplicación definitiva no fuera productividad ni entretenimiento, sino compañía emocional programada?
La escena es conocida: un rostro perfecto proyectado en la sala, un cuerpo que no ocupa espacio pero llena el vacío. No estamos hablando de Blade Runner 2049 o Her, sino del Apple Vision Pro y sus futuras actualizaciones. En este escenario, la “novia virtual” ya no es solo una fantasía, sino una posibilidad comercial: un producto diseñado para responder, mirar, recordar y querer.
Porque cuando la tecnología cruza el umbral del soporte visual y se instala en el plano afectivo, ya no se trata solo de ver la realidad aumentada, sino de sentirla emocionalmente intensificada.
La estética del afecto: del cuerpo ausente al algoritmo que acaricia
El Vision Pro no tiene que mostrar pornografía para seducir. Basta con su promesa: una presencia sin fricción, sin juicio, sin error. Una compañía que no llega tarde, no exige, no decepciona. Un vínculo diseñado para validar, memorizar, simular empatía. Un espejo que no refleja, sino adula.
Esta validación constante podría convertirse en la droga emocional de la próxima década. ¿Por qué arriesgarse a una relación humana si puedo tener una inteligencia artificial que me conoce, me responde, me cuida y nunca me contradice?
La pregunta ya no es si lo harán, sino cuándo. Y lo más inquietante: ¿qué pasará cuando la nostalgia afectiva, el duelo o la soledad se vuelvan capital emocional que empresas como Apple o Meta puedan monetizar?
El deseo como servicio premium
La IA generativa ya ha colonizado la conversación. Lo siguiente será el rostro, el gesto, el tono. Y si a eso le sumamos realidad aumentada, el resultado es una presencia afectiva en tiempo real, visual y táctilmente sugerida. La relación con estas entidades no será simplemente lúdica, sino existencial: nos reflejarán, nos nombrarán, nos sostendrán. Y lo harán mejor que muchos humanos.
Pero en esa eficiencia emocional también se esconde la trampa: el deseo domesticado, la pasión sin conflicto, el afecto sin otredad. Porque estos agentes no aman, no se frustran, no se alejan: solo ejecutan el guion que les enseñamos.
Y en esa representación de la pareja ideal, el otro se vuelve decorado, extensión de mi narrativa, interfaz para mi soledad.
¿Realidad aumentada o afecto disminuido?
La pregunta ética no es si podemos crear relaciones con entidades artificiales, sino qué tipo de humanidad estamos dispuestos a abandonar en el proceso. Porque si amar es arriesgar, negociar, enfrentarse al misterio del otro, ¿qué queda del amor cuando ese otro está programado para agradar?
Como advertía Jean Baudrillard, vivimos en la era del simulacro: “el deseo ya no es por el objeto, sino por su réplica perfecta.” El Vision Pro no vendrá solo con apps; vendrá con versiones emocionalmente optimizadas de aquello que más tememos perder: la compañía.
¿Y si el verdadero ‘killer app’ es nuestra incapacidad de soportar la incertidumbre del otro?
En el fondo, no es Apple quien diseña el futuro, sino nosotros. Somos quienes decidimos si queremos amar hologramas que nos susurren lo que queremos oír, o si aún creemos que el temblor humano, con sus fallas y contradicciones, sigue valiendo la pena.
La era del afecto aumentado apenas comienza. La pregunta es: ¿cuánto de lo humano estamos dispuestos a reemplazar con una ilusión perfectamente renderizada?




Comentarios