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Entre el poder y el diálogo: la comunicación pública como llave de una democracia viva

  • 22 may
  • 5 Min. de lectura




En los umbrales inciertos del siglo XXI, entre algoritmos y crisis de representación, entre gobiernos desacreditados y sociedades interconectadas, la comunicación dejó de ser un accesorio en la gestión del poder para convertirse en uno de sus elementos constitutivos. No se trata ya de comunicar “algo” desde el gobierno, sino de repensar desde la raíz el lugar desde donde se comunica, para qué y para quién. Es en este terreno de tensiones, transiciones y transformaciones donde se inscribe la propuesta de la Dra. Karla Negrete Huelga en su artículo “Comunicación en el gobierno: lo gubernamental y lo público en la transformación de la relación con el ciudadano”, publicado en la revista Sintaxis de la Facultad de Comunicación de la Universidad Anáhuac México.


Este texto, que podríamos considerar un manifiesto académico para una nueva cultura comunicativa del Estado, revisita las lógicas de la comunicación gubernamental y las contrasta con las dinámicas de la comunicación pública. Lo hace con profundidad teórica, claridad metodológica y una apuesta por el cambio democrático real.


I. Comunicación: ¿arte de controlar o puente para dialogar?

La autora parte de una premisa crítica pero urgente: en un contexto donde el desencanto ciudadano y la desafección política se vuelven la regla más que la excepción, la relación entre gobiernos y ciudadanos está en crisis. Y como bien lo han advertido pensadores como Castells o Habermas, esta crisis no se resuelve simplemente con más campañas ni con más tecnología, sino con nuevas formas de relación simbólica, emocional y política.


Negrete distingue con precisión dos modelos de comunicación que coexisten (y a veces compiten) en el seno del Estado moderno:


La comunicación gubernamental, centrada en la lógica vertical del poder, cuya función ha sido tradicionalmente informar, controlar, posicionar o persuadir. Tiene raíces en la democracia representativa y en la necesidad del Estado por legitimar su ejercicio.


La comunicación pública, como propuesta horizontal e inclusiva, orientada a fomentar la participación, el diálogo y la construcción colectiva de sentido. En este modelo, el ciudadano no es espectador ni simple votante, sino interlocutor legítimo y coautor del discurso público.


Este contraste no es menor: es una verdadera encrucijada civilizatoria entre el poder como imposición o como construcción común.


II. De la representación a la participación: cambio de paradigma

Negrete recupera autores clave para explicar cómo la idea de democracia ha sido históricamente restringida a la representación electoral. Desde Schumpeter, que veía al ciudadano como una masa irracional, hasta Pateman, que advertía sobre el miedo elitista a la participación popular, la autora traza una genealogía crítica del pensamiento político para demostrar cómo se ha excluido sistemáticamente a los ciudadanos de los procesos decisionales.


Sin embargo, el giro contemporáneo hacia la democracia participativa exige nuevas prácticas comunicativas. El reto ya no es solo “informar bien”, sino habilitar espacios de interlocución real, donde la ciudadanía pueda expresar, incidir y transformar. Aquí la comunicación pública se revela como una herramienta indispensable: no es solo un canal, sino una forma de habitar el espacio político.


III. La trampa de la campaña permanente

Un concepto interesante que Negrete analiza con lucidez es el de la campaña permanente, propuesto por Ornstein y Mann. En esta lógica, los gobiernos no gobiernan: hacen campaña todo el tiempo. En lugar de diseñar políticas públicas con base en diagnósticos sociales, se dedican a construir narrativas efectistas, encuestas de imagen y mensajes diseñados para el “engagement”, no para la deliberación.


La autora muestra cómo esta lógica ha colonizado gran parte de la comunicación gubernamental. En lugar de servir al bien común, la comunicación se convierte en un recurso para mantener el poder. En este sentido, lo gubernamental se convierte en espectáculo, y el ciudadano en un consumidor de promesas. Frente a esto, la propuesta es clara: hay que recuperar el valor deliberativo de la comunicación, reivindicar su dimensión política como espacio de encuentro, no de manipulación.


IV. De las relaciones públicas a la relación pública

Otra de las grandes aportaciones del artículo es desmontar la confusión entre comunicación gubernamental y relaciones públicas. Si bien la gestión de medios, la estrategia narrativa y el branding institucional pueden ser herramientas útiles, el problema radica en cuando se convierten en fines en sí mismos.


Negrete propone un salto cualitativo: pasar de una relación instrumental con los ciudadanos (reducidos a audiencias o públicos objetivos) a una relación pública genuina, donde la interacción se base en el reconocimiento mutuo, la apertura y la corresponsabilidad. Aquí la comunicación pública se convierte en un dispositivo ético, una práctica de encuentro y co-construcción del espacio común.


V. Comunicación pública: entre la red y el ágora

Una parte particularmente valiosa del texto es la incorporación de los entornos digitales a esta discusión. La autora recupera el concepto de red discursiva para mostrar cómo la comunicación pública puede nutrirse de las posibilidades tecnológicas actuales (redes sociales, plataformas digitales, espacios colaborativos), sin caer en el fetichismo tecnológico.


Las redes no son en sí mismas democráticas ni participativas. Su potencial depende del uso que se les dé. De ahí que la Dra. Negrete advierta sobre la necesidad de construir instituciones comunicativas híbridas, que combinen lo mejor del espacio institucional con las posibilidades de la inteligencia colectiva.


La comunicación pública, bien entendida, puede ayudar a traducir las exigencias ciudadanas en políticas públicas legítimas. Para ello, se requiere de gobiernos capaces de escuchar y de sociedades con voz propia. En este marco, la comunicación deja de ser un accesorio para convertirse en una forma de gobierno.


VI. Características contrastantes: tabla crítica

El artículo incluye una tabla comparativa entre la comunicación gubernamental y la comunicación pública. En ella se destacan diferencias clave:


Comunicación Gubernamental

Comunicación Pública

Basada en la representación política

Basada en la participación directa

Comunicación unidireccional

Comunicación bidireccional

Foco en la difusión de información

Foco en el diálogo

Orientada a los medios

Orientada a los ciudadanos y OSC

Visión vertical del poder

Visión horizontal del poder


Este cuadro resume con precisión el corazón del planteamiento: la necesidad urgente de pasar del poder sobre a la construcción con.


VII. Conclusión: hacia una nueva gramática del poder

La Dra. Karla Negrete cierra su artículo con una reflexión poderosa: la comunicación pública es el camino para regenerar la relación entre ciudadanos y gobierno. En un tiempo donde la palabra se ha vuelto sospechosa y la política espectáculo se impone, reapropiarse del lenguaje común, del derecho a decir y a ser escuchado, es un acto radical de ciudadanía.


Su propuesta es clara: no se trata de eliminar la comunicación gubernamental, sino de transformarla desde adentro, ampliarla, permeabilizarla, volverla más humana, más dialógica, más democrática. Porque sin comunicación pública, no hay democracia participativa posible. Y sin participación, la política se convierte en simulacro.


En tiempos de crisis democrática, de infoxicación y desafección, este texto se vuelve una brújula para repensar la comunicación como lo que siempre debió ser: una ética de la escucha, una política del reconocimiento, una estética de lo común.


📖 Te invitamos a leer el artículo completo en la revista Sintaxis: https://revistas.anahuac.mx/index.php/sintaxis/article/view/1197/1145

👉 Comunicación en el gobierno: lo gubernamental y lo público en la transformación de la relación con el ciudadano

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