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El comunicador que enciende cerillos en la oscuridad

  • hace 23 horas
  • 3 Min. de lectura

Por: Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Human & Nonhuman Communication Lab, Facultad de Comunicación, Universidad Anáhuac México


Habitar el mundo con el otro como destino


El comunicador verdadero no observa el mundo desde la lejanía, lo camina; camina con el mundo. Lo pisa, lo siente, lo llora, lo celebra. No es una voz neutral; es una llama que arde, una mano extendida, una mirada que abriga, un puente que facilita el encuentro con el otro. Camina junto al mundo porque no puede —ni quiere— quedarse al margen. Porque no fue hecho para acumular likes, sino para multiplicar vínculos.


En un tiempo donde las palabras se vuelven espectáculo y la imagen compite por segundos de atención, el comunicador que habita el presente con sentido es aquel que integra desde la justicia. Su trabajo no es adornar la superficie, sino remover las estructuras. No se aísla porque comprende que aislarse es excluir, y excluir es negar humanidad.


El comunicador ético no narra para complacer, sino para transformar. No transmite datos: transmite bien. No por ideología, sino por convicción profunda de que el bien no se impone, se siembra. Y que el relato no es propaganda, sino una siembra de humanidad.


Puentes que respiran, comunidades que sanan


¿Quién se ocupa de los que vienen rotos, del último de la fila, del excluido?¿Quién escucha a los que nadie ve? ¿Quién rescata al lenguaje de su deriva mercantil?


El comunicador comprometido no es un decorador de realidades, es un terapeuta del sentido. No vende ilusiones: construye encuentros. Y en su hacer, se convierte en puente transformacional: emocional, ético, espiritual. Son puentes transformacionales, terapéuticos, emocionales, orientativos; busca hacer del otro persona para que el mundo, sus estructuras perversas no nos sustituyan o sigan excluyendo. Generan un ecosistema, puentes, ambientes, comunidades.


La sociedad no necesita más transmisores de ruido, necesita artesanos del clima del mundo. Gente que cree espacios donde se respire comunidad, donde se restablezca el diálogo como forma de convivencia y el respeto como condición del lenguaje. Donde comunicar sea sinónimo de cuidar.


Porque todo forma, todo comunica, todo transforma, y comunicar sin conciencia es como construir sin cimientos. Por eso el comunicador no se basta con la técnica: su herramienta es la humildad, su materia prima es la persona. Su visión es global, pero su compromiso es íntimo, situado, vinculado. Buscan la innovación con propósito y vinculación social, impulsan el uso de tecnología para personalizar la vida, promover la cultura de diálogo con la sociedad y compromiso para transformar la sociedad.


Innovar con propósito, usar la tecnología para personalizar la vida —no para homogeneizarla—, evitar el narcisismo digital que nos vuelve fragmentos sin comunidad. Todo ello es parte de una misión mayor: llenar de bien el mundo, sin ego ni espectáculo, sólo con la vocación silenciosa de quien prende cerillos en la oscuridad.


Comunicar bien nos concierne a todos


No somos neutrales. No somos accesorios del sistema. No somos comparsas del poder. Somos transmisores de verdad, porque la verdad libera y la mentira desarma.


Nos duele el mundo. Nos duelen sus grietas, sus abandonados, sus zonas grises donde la esperanza se extingue. Y no basta con narrarlo, hay que habitarlo y restaurarlo. Nos urge prender más fuegos: de ternura, de justicia, de pertenencia, de caridad, ternura y de esperanza


¿Colaborar o competir? ¿Consolar o confrontar? ¿Decir o callar? La comunicación es siempre una elección. El mal no se vence con el mal; sino con el bien, por ello hay que comunicarlo. Por eso estamos aquí. Porque aún queda mucho por comunicar: la dignidad, el respeto, la comunidad, el asombro, la caridad, la justicia, el bien.


La palabra puede ser un arma o una casa. Puede levantar muros o abrir caminos. Puede encender la guerra o preparar la mesa.


¿La tuya qué hace?


Porque comunicar no es sólo lo que dices, es lo que haces con lo que callas.

Y porque el futuro no será de los que gritan más fuerte, sino de los que escuchan mejor. Ver menos

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