Cuando hablamos sobre las generaciones futuras
- 7 may
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Actualizado: 7 may

P. Fernando Pascual
1-5-2025
Hans Jonas, que estudió a fondo el tema de los peligros que amenazan a la especie humana por los daños ambientales, era consciente de los problemas que surgen cuando pensamos y hablamos sobre las generaciones futuras.
Es cierto que continuamente hablamos sobre el futuro, pero también es cierto que el futuro no existe, y que mucho de lo que pensamos y decimos sobre lo que ocurrirá no coincide con lo que luego ocurre realmente.
Eso se aplica perfectamente a las generaciones futuras: no sabemos si van a existir, ni cómo van a pensar, ni qué les gustaría recibir de nosotros.
Suponemos, con una alta probabilidad de tener razón, que las generaciones futuras estarán muy agradecidas con nosotros si les dejamos un planeta “sano”, con un buen clima, sin contaminación, con agua asegurada y alimentos abundantes.
Pero no sabemos si la vida humana en el planeta tierra durará por muchos años, pues basta una guerra nuclear absurda, un meteorito no previsto, o un agente patógeno sumamente dañino, para que los humanos dejemos de ser parte de la vida terrestre.
A pesar de que no sabemos si habrá vida humana en el futuro, deseamos que, en el caso de que se prolongue por años, por siglos, quizá por milenios, sea una vida de calidad (otra idea que gustaba mucho a Hans Jonas), una ecología saludable, un aire y unos mares limpios.
Nos causa una gran pena, y un enorme sentimiento de culpa, imaginar que esas generaciones futuras pudieran recibir de nosotros un planeta “invivible”, donde tantas bellezas que ahora conocemos y admiramos hubieran dejado de existir.
Una puesta de sol en una atmósfera limpia, una margarita silvestre, una abeja que gira entre las flores de acacia, el canto alegre de un ruiseñor: ¿no sería dramático que un día dejasen de ser posibles?
En las últimas décadas ha crecido una fuerte conciencia ecológica, que tiene muchos motivos y muchas aspiraciones, a veces con matices diferentes entre corrientes de lo que podríamos llamar movimientos ambientalistas.
Por encima de las diferencias sobre lo que sea mejor para conservar el ambiente, es común a la preocupación ambientalista el hecho de mirar hacia el futuro y aspirar a ofrecer, a las generaciones futuras, un mundo bello.
Ese mundo, conviene recordarlo, no será eterno, y solo tiene un sentido plenamente humano si se orienta hacia la vida que empieza tras la muerte. Pero desearíamos ofrecer, como herencia a las generaciones futuras, un mundo limpio y sano, para la alegría de esos seres humanos que están por venir, y para satisfacción nuestra, por haber ayudado a promover un planeta más hermoso y más armónico.
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